martes, 3 de septiembre de 2013

Marco, de los Apeninos a los Andes

Marco Rossi, es un niño italiano, trabajador, alegre y generoso, feliz... hasta que un día, se entera de que su mami se ha ido a Argentina a buscar el sustento familiar.

Un día, Marco decide ir a buscar a su madre, comenzando así un sinfín de aventuras, televisadas convenientemente, para desespero de toda una generación de críos, que, como yo, han quedado "marcados" de por vida.

Uno de los personajes que aparecen en la historia es Peppino, papá de Fiorina (amiga de Marco), Concetta y Julietta. Es titiritero de profesión.

¿Y a qué viene todo esto, se preguntarán ustedes?

Pues la verdad, es lo único que se me ha ocurrido, para presentarles a mi Peppino particular, instalado en la selva de mi balcón andino. Anda que no.

Lo que está detrás de la cucurbitácea es la perfección hecha mano. Que para algo es la mía. Y se nota, pues le da a la instantánea un porte y distinción sin igual. Bueno, da igual.

El verano se acaba, mis queridos lectores y lectoras, y con él, la ilusión perdida de unas vacaciones interminables, las chanclas rotas (nunca duran más de un par de semanas), esas simpáticas discusiones en el chiringuito ("pues yo quiero bravas", "no, que te sientan mal, y después no hay quién duerma por la noche"), la crema pegajosa y reluciente, las miradas de reojo en la playa tratando de avistar cuerpos 10 y el consabido dolor ocular, esas medusas vestidas con transparencias cual sepia venida a menos, el pescaíto frito, la cervecita, el Almax...

Hay que volver a la oficina, exultante, moreno, renovado, en forma... durante media hora al menos, pues toda nuestra fuerza, vigor y positivismo, se nos vienen abajo ante el menor albarán mal "rellenao".

¡Cómo echaremos de menos la piscina! ¡Ayyyyy, esa paellita de conejo! ¡Ayyyyy, la sangría...! ¡Qué chipirones, por Dios, qué chipirones! ¡Los pantalones cortos! ¡Las sandalias! ¡Esa camiseta de Bob Esponja!

¡Esos paseítos por la arena, esquivando las colillas! ¡Esos tampones de 2ª mano, flotando a la deriva! ¡Esas duchas frías antes de meterse en la piscina! ¡La de piedras que había en la playa! ¡El viento llevándose de paseo la sombrilla! ¡La pasta que me ha costao alquilar el apartamento!

En fin, que en casa tampoco se está tan mal, siempre y cuando el resto de vecinos se haya ido de vacaciones. Perpétuas.

Hasta el pepino que viene.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Cómo eres....jajaja! Reconoce q te gusta vivir rodeado de vecinos, si no t aburrirías!
Por cierto y aunque quede feo decirlo...qué pepino tienes chaval!!